martes, 29 de mayo de 2007

Tú vivirás

A ver, dime si sabes dónde está el límite porque yo no lo veo. Es cierto que muchas veces hemos comentado, e incluso en ocasiones discutido por nuestra forma diferente de ver las cosas, la degeneración de los programas de televisión.

Es cierto que la culpa no está en las productoras exclusivamente ya que, en la ley del “culto al share” es evidente que sin televidentes no hay programas. Por tanto, como consumidora de televisión, he de entonar el mea culpa por la parte que me toca.

Lo cierto es que, dicho esto, nunca he sido demasiado fan de los reality. Digamos que como muchos me enganché con la primera edición de Gran Hermano, básicamente porque si no al día siguiente en la oficina estabas un poco fuera de juego, pero no pasé de esa debilidad del morbo televisado.


Tras ese primer reality con alta cuota de audiencia se han sucedido muchos en nuestro país: desde la Casa de tu vida, pasando por Supervivientes o el recién estrenado Cambio radical que se nutre de los complejos de muchos españoles. La mayoría han pasado sin pena ni gloria y el morbo de las historias ajenas afortunadamente desciende aunque ahí siguen.

Pero hoy mi sorpresa se alía con mi indignación al leer un nuevo formato de reality marca de la casa Endemol, la misma productora de Gran Hermano, que se estrenará la próxima semana en Holanda si las fuerzas del bien no lo impiden.

Una cadena de televisión holandesa, la BNN, estrenará el 1 de junio un espectáculo en el que una donante elegirá al futuro receptor de uno de sus riñones entre tres enfermos con edades entre 18 y 40 años, cual subasta pública o decisión divina.

El morbo no acaba aquí. La donante, una enferma terminal de 37 años, recibirá además los consejos del público que a través de sms votarán por uno u otro candidato para tremendo regalo de vida.

Las autoridades holandesas esperan poder paralizar la emisión del programa, aunque no acaban de ponerse de acuerdo los diferentes partidos políticos en el poder sobre la necesidad o no de hacerlo.

Puedo comprender los que se presentan al programa en busca de ese órgano que puede salvarles la vida, porque la desesperación no entiende de vergüenzas. Pero no para de sorprenderme la capacidad de la gente para “vender” morbo a costa de lo que sea, ni la aparente inocencia de ciertos sectores políticos que creen que programas como éste van a lograr una concienciación mayor en la población, en cuanto a donación de órganos se refiere.

¿Dónde nos llevará esta lucha por las audiencias? No quiero ni pensarlo. Quizá debería volver a instaurarse lo del código deontológico en la programación televisiva, pero del de verdad. No sólo de ese tipo que analiza las “conductas inapropiadas” de los Teletubbies o de los anuncios que son o no sexistas.

Merx

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