Debo reconocer que lo de ser un empresario con presencia en una amplia diversidad de países cada vez es más complicado.
Las empresas deben “adaptar” sus productos al mercado local. Hasta ahí todo entra en la norma básica del marketing de cualquier producto, una discusión que en más de una ocasión hemos mantenido los sufridos miembros de cualquier área de marketing de una multinacional para defender la necesidad de hacer “marketing local”.
A lo que iba. El marketing local es una cosa pero si encima has de tener en cuenta la fe religiosa del país pues ya me parece un trabajo de miedo.
Si ayer me asombraban las medidas que debía tomar una empresa productora de golosinas para producir su producto para países árabes, eliminando cualquier rastro de derivados del cerdo y evitando “formas” como labios (obscenos) u otro animal que no sea el tierno osito, hoy me he encontrado con el problema en casa.
Me refiero al monstruo gallego del textil, Inditex, que se ha visto obligado a poner en marcha una fuerte campaña de comunicación por un error cometido en la producción de sus prendas en Israel.
La empresa española se ha disculpado ante la comunidad ultraortodoxa judía por mezclar el algodón y el lino en una misma prenda, lo que se considera un grave pecado al ser considerada por el judaísmo como un “hibrido contra natura”.
La campaña de comunicación solicitando el perdón se ha basado en anuncios en los principales medios ultraortodoxos judíos, comprometiéndose a que no vuelva a suceder y a pagar a sus clientes la llamada revisión del sh’tanz, una práctica común entre los ortodoxos antes de vestir una prenda nueva.
No quiero ni imaginar el estado actual del área de producción y de marketing, seguro que están en un gabinete de crisis de esos que hacen historia. No es para menos si tenemos en cuenta que Zara posee en Israel 15 tiendas y más de 900 empleados lo que supone un volumen anual de ventas que superan los 250 millones de pesetas.
Merx
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