El psiquiatra de la Universidad de Nueva York, Luís Rojas Marcos, hablaba ayer, en una conferencia que ofreció en el Auditorio de Tenerife, acerca del poder de la autoestima y afirmó que a los españoles les cuesta trabajo decir que son felices porque confunden “las noticias con la vida normal” y surge el pensamiento automático de decir “España va fatal”.
Dice Rojas Marcos que en España tenemos unos índices elevados de esperanza e ilusión pero luego, cuando nos preguntan, no decimos eso. Seguramente es parte de nuestra cultura el contestar a las encuestas con algo diferente a lo que realmente pensamos y también de quejarnos por todo.
Yo muchas veces también me pregunto si soy feliz y, aunque cuento con todos los ingredientes para esbozar una sonrisa constante ante la vida, a veces dudo realmente si lo soy.
Según Luís Rojas Marcos la clave de mis dudas ante la felicidad, está en la autoestima que es “algo secreto, personal e íntimo" y que desarrollamos en base a la percepción que tenemos de nosotros mismos, y que hemos ido construyendo sobre la forma de ver la vida en la que nos han educado nuestros padres.
Es decir, que la valoración que tenemos de nosotros mismos es en parte consecuencia de lo que nos han dicho desde pequeños y por tanto incide en nuestra forma de percibir y sentir la felicidad.A juicio de Luís Rojas Marcos, la autoestima es como el colesterol, hay una buena, que es la capacidad personal para conseguir los objetivos en la vida y relacionarse con los demás, y hay otra muy alta que es negativa, y que pueden tener los dictadores, los maltratadores o los acosadores en los colegios.
Por suerte o por desgracia, los últimos estudios avalan la teoría de que el hombre se deprime tanto como la mujer pero lo manifiesta de otras formas, con alcoholismo o violencia y Rojas Marcos considera que para superar esta falta de autoestima que provoca la depresión, “los hombres tendríamos que hablar más".
Un tema complicado este de la felicidad y sobretodo el de conseguir aumentar nuestros niveles de autoestima cuando parece ser que el problema viene desde nuestra infancia y es tan difícil de detectar.
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