domingo, 6 de mayo de 2007

Convivencia

El ambiente se caldea. El tema de la inmigración no es una tarea fácil en los programas políticos. La fina línea que separa lo “políticamente correcto” de otras actitudes que podríamos denominar “racistas” es difícil de ver.


Estos días en mi ciudad el ambiente está calentito con el tema. Y eso que ésta es una ciudad con un bajo índice de inmigrantes, donde las ofertas de empleo no llegan ni para los que aquí nacieron, por lo que podemos decir que no es un destino preferente para los que vienen a buscarse el pan.

Pero estamos ante la “discriminación positiva”.
Muchas familias se han quedado estos días sin plazas en los colegios que deseaban para sus hijos. En algunos casos incluso han rechazado el ingreso del hermano de un alumno que ya pertenece al centro, con la consecuencia de un verdadero problema para los padres cuando tengan que llevar a sus hijos al colegio por la mañana.

El problema no es que no haya plazas, o que los criterios de asignación de centro escolar (con los tan temidos puntos) estén hechos de espaldas a los intereses de las asociaciones de padres o incluso de la realidad que aportan los números del padrón municipal. No, ahora el problema que aquí se vive es el de las “plazas reservadas”.

Sí. Todos los colegios públicos y concertados deben “reservar” 6 plazas (de media) para extranjeros. Seis plazas para, según palabras del Consejero de Educación, garantizar la adaptación del menor inmigrante a la ciudad. Aunque yo comparto la premisa de una reserva de plazas, éstas deberían ser para cualquier persona que llegue nueva a la ciudad (aunque venga de la provincia de al lado) y no sólo para extranjeros.

Los políticos deberían empezar a cuidar lo que dicen, cómo y cuándo lo dicen. La tan machacada “transparencia” debería utilizarse con cuidado. Por que estas son las cosas que hacen que la gente se soliviante y empiecen a mirar “al de fuera” como una amenaza para su estabilidad.

Hoy leo que, cerca de Roma, las autoridades locales de la ciudad de Treviso han ordenado que los restaurantes chinos de la ciudad retiren las linternas rojas de sus ventanas, porque parecen “demasiado orientales” y “desvirtúan la apariencia de la ciudad”.

Seriedad por favor. Seguro que la realidad no es la decoración de los locales, sino la competencia con los comerciantes de la zona. Así que seamos serios y volvamos a recordar conceptos como convivencia e integración. Pero para todos, en igualdad de condiciones.

Merx

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