domingo, 20 de mayo de 2007

Las dos caras de la Fortuna

Siempre he admirado la figura del empresario Amancio Ortega, propietario de Inditex, y sobre todo la actitud discreta que presenta al mundo uno de los hombres más ricos del planeta, octava fortuna mundial según la revista Forbes en su edición de 2006.

Este empresario de 71 años, que sigue al pie del cañón del gran imperio que se ha forjado él mismo, que no usa corbata y que guarda con celo su intimidad frente a la opinión pública, tiene una hija, nacida de su segundo matrimonio, que a sus 23 años empezó a acortar la distancia que la familia mantiene con la prensa. Marta Ortega, gran aficionada a la hípica, empezó a destacar en los titulares de la prensa rosa y a labrarse así una incómoda fama de hija de papá por sus relaciones con hijos de conocidos personajes.


Pero Amancio Ortega la ha devuelto al redil, y a partir de septiembre Marta Ortega iniciará un imparable periplo por las empresas de su padre que la llevarán supuestamente, dentro de unos cuantos años, a dirigir el poderoso imperio que papá ha creado con el sudor de su frente. Marta empezará desde abajo, a trabajar como una dependienta anónima en una de las tiendas de Bershka, posteriormente entrará en los departamentos de producto y diseño, luego será responsable de los datos de un área geográfica determinada, más tarde se incorporará al área de responsabilidad social y corporativa, luego pasará por servicio jurídico, fiscal y departamento de comunicación y también trabajará durante un tiempo en las oficinas de París, Londres y también en la de Shanghai.


Con este apretado programa de formación a Marta no le ha quedado más remedio que ser fiel a la filosofía de su padre y empezar a abandonar los ecos de sociedad. La joven niña, que en un principio fue calificada de niña rica, de papá y algo frívola, empieza un largo camino que, con el sudor de su frente, probablemente la convierta también no solo en una de las mujeres más ricas del mundo, porque eso ya lo es, si no en una de las principales ejecutivas sobre la faz de la tierra.

Y llegado a este punto, me viene a la cabeza la otra cara de la fortuna: Paris Hilton. Otra niña de papá, con un entorno parecido a Marta Ortega, y que las circunstancias o tal vez la cultura y la educación familiar, la han llevado por caminos muy distintos. Paris decidió hace tiempo que en vez de pasarse la vida aprendiendo y currando para seguir amasando la fortuna de su imperio, era mucho más divertido aparecer en la prensa rosa que en la de color salmón, y ha optado por dilapidarse la fortuna que heredó de su abuelo, a base de espectáculo y escándalo.

Indudablemente con tales cantidades de dinero en las arcas, debe ser mucho más divertido vivir del cuento que pasarse la vida currando de dependienta para acabar currando de presidenta.

Interesante dilema el que se plantea cuando tienes la oportunidad de ser una de las dos caras de la fortuna.


Y tú ¿con cual te quedas?

Marg



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