8 de marzo, Día de la mujer trabajadora. No pretendo hacer un manifiesto feminista porque no va conmigo, entre otras cosas porque creo que los principios que hasta ahora han fomentado el movimiento feminista son obsoletos y requieren de una gran revisión que los actualice. No me convence la fórmula del feminismo como algo contrapuesto al machismo.
Pero me hace gracia que alguien se invente un día para que durante 24 horas las mujeres seamos protagonistas. Supongo que, una vez más, es parte de la hipocresía de la sociedad en la que vivimos, y encima, si a tal día como hoy, dedicado a la mujer, lo rematamos con el apellido de “trabajadora”, el tema ya no tiene desperdicio.
A estas alturas de la película, y en el terreno laboral, nos encontramos que el paro femenino dobla al de los hombres y continúa creciendo, siendo uno de los más altos de Europa, los datos cantan y por cada hombre que abandona el trabajo, lo hacen 27 mujeres. La discriminación en la selección de personal sigue siendo un hecho y si no ¿para qué nos preguntan en cada entrevista si estamos embarazadas o tenemos hijos?. Si hablamos de promoción profesional, sólo hay que echar un vistazo a cuántas mujeres hay en puestos directivos, creo que la media es del 5,5%, y es entonces cuando aparece el tan comentado techo de cristal, del que aún nadie ha sabido explicarme el significado exacto del nombre. Y para acabar de sazonar la ensalada que tenemos en el terreno laboral femenino, digamos de paso, que aún con idéntica categoría profesional, nuestros salarios son inferiores a los de los hombres.
Yo, hasta que no me he abierto la cabeza con mi propio techo de cristal, pensaba, tal vez pecando de ingenua, que uno de los principios de la igualdad laboral, consistía en que para cada puesto de trabajo, se buscaba el perfil más adecuado, entendiendo el más preparado y el mejor para el puesto en cuestión, y no se recurría al enchufismo o a otros intereses más perversos, donde casualmente el elegido en cuestión siempre es un hombre, entre otras cosas porqué creo que así no se contribuye al beneficio y la productividad de la propia empresa.
El problema es que estamos en un círculo sin final, en una ensalada hecha por hombres para ellos mismos. Hombres que deciden los ingredientes a utilizar, hombres que deciden la cantidad a emplear, hombres que deciden el coste del plato, y finalmente, hombres a los que si el resultado final no les gusta, siempre ocultaran que la ensalada la hayan hecho ellos.
Así está el tema. Si los que definen las reglas del juego son ellos y nosotras nos quedamos fuera sin jugar o perdemos siempre; ¿hay alguien que pueda explicarme qué celebramos hoy?
Marg
Pero me hace gracia que alguien se invente un día para que durante 24 horas las mujeres seamos protagonistas. Supongo que, una vez más, es parte de la hipocresía de la sociedad en la que vivimos, y encima, si a tal día como hoy, dedicado a la mujer, lo rematamos con el apellido de “trabajadora”, el tema ya no tiene desperdicio.
A estas alturas de la película, y en el terreno laboral, nos encontramos que el paro femenino dobla al de los hombres y continúa creciendo, siendo uno de los más altos de Europa, los datos cantan y por cada hombre que abandona el trabajo, lo hacen 27 mujeres. La discriminación en la selección de personal sigue siendo un hecho y si no ¿para qué nos preguntan en cada entrevista si estamos embarazadas o tenemos hijos?. Si hablamos de promoción profesional, sólo hay que echar un vistazo a cuántas mujeres hay en puestos directivos, creo que la media es del 5,5%, y es entonces cuando aparece el tan comentado techo de cristal, del que aún nadie ha sabido explicarme el significado exacto del nombre. Y para acabar de sazonar la ensalada que tenemos en el terreno laboral femenino, digamos de paso, que aún con idéntica categoría profesional, nuestros salarios son inferiores a los de los hombres.
Yo, hasta que no me he abierto la cabeza con mi propio techo de cristal, pensaba, tal vez pecando de ingenua, que uno de los principios de la igualdad laboral, consistía en que para cada puesto de trabajo, se buscaba el perfil más adecuado, entendiendo el más preparado y el mejor para el puesto en cuestión, y no se recurría al enchufismo o a otros intereses más perversos, donde casualmente el elegido en cuestión siempre es un hombre, entre otras cosas porqué creo que así no se contribuye al beneficio y la productividad de la propia empresa.
El problema es que estamos en un círculo sin final, en una ensalada hecha por hombres para ellos mismos. Hombres que deciden los ingredientes a utilizar, hombres que deciden la cantidad a emplear, hombres que deciden el coste del plato, y finalmente, hombres a los que si el resultado final no les gusta, siempre ocultaran que la ensalada la hayan hecho ellos.
Así está el tema. Si los que definen las reglas del juego son ellos y nosotras nos quedamos fuera sin jugar o perdemos siempre; ¿hay alguien que pueda explicarme qué celebramos hoy?
Marg
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