Quien les iba a decir a los suntuosos emperadores de las antiguas dinastías Ming allá por el siglo XV que, por las más de 9.000 estancias de los palacios de la armonía en su Ciudad Prohibida, pasarían 600 años después millones de turistas y un puñado de grandes multinacionales ofreciendo sus productos y servicios por los más de 720.000 metros cuadrados de este colosal recinto, reservado entonces exclusivamente a la corte.
Y es que el avance de la economía, el derroche del capitalismo y la mano de la globalización en la nueva China comunista no reparan en culturas milenarias, y varias empresas como la cafetería americana Starbucks han ultrajado la historia de la Ciudad Prohibida y de sus 24 emperadores, ofreciendo a los cansados turistas un respiro a base de capuchinos, donuts o chocolate caliente, eso sí en una impresionante calzada de mármol custodiada por dragones esculpidos y que comunica el Salón de la Armonía Preservada con el Palacio de la Pureza Celestial.
La idea de Starbucks parece que sorprende a los turistas - para bien y para mal porque aunque rompe la esencia del lugar, no creo que nadie le haga ascos a un cafetito caliente después de estar andando 6 horas - está creando una fuerte polémica entre los mandatarios del país y generando en la opinión pública una auténtica cruzada contra las marcas americanas en general por mancillar la milenaria cultura china.
Claro que como siempre en estas cosas y por muy milenaria que sea la cultura, aparecen dos líneas de opinión. Los súper indignados que piden el cierre urgente de estas empresas en la Ciudad Prohibida para no seguir ofendiendo la memoria de los Ming, y los súper prácticos que han visto en empresas como Starbucks una clara oportunidad de negocio y una forma de ingresar dinerito extra, entre otras cosas para mantener el impresionante recinto.
Así que mientras los políticos se pelean y ofrecen a sus millones de ciudadanos un tema interesante para discutir en sus tertulias, la Ciudad de los Palacios celestiales se ha convertido, al igual que su hermana la Muralla China, en una especie de parque temático “Ming Aventura” donde hasta las entradas llevan el logo de American Express y puedes degustar un auténtico cafetito americano con espumita, aunque eso sí, en vaso de cartón cerrado con tapa de plástico.
Seguro que los Ming se revuelven en su tumba pensando en porqué no se les ocurriría allá por 1420 en abrir un Starbucks que les hubiera servido un cafetito mientras arreglaban sus asuntos cotidianos en estas salas o después de cenar con sus esposas y concubinas.
Si ya lo decía Quevedo, Poderoso Caballero es Don Dinero.
Marg
domingo, 18 de marzo de 2007
El Palacio de los cafetitos celestiales Publicado por Mujeres
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