viernes, 1 de junio de 2007

Soledad

No sé si has estado alguna vez en un teléfono de información de esos que comienzan con un 901. Lo cierto es que unos días teniendo una experiencia de ese tipo te da una idea bastante fiel de lo que los sociólogos suelen llamar “tejido social”.

En realidad a mi lo que me ha llevado a descubrir es que la gente está muy sola, y que debería haber muchísimos más teléfonos de la esperanza para atender a todas esas personas que necesitan alguien con quien hablar.

Yo he pasado por uno de estos servicios. A pesar de ser un servicio de información de un ministerio, es decir que el teléfono al que llamaban los ciudadanos no era ni mucho menos algo que se pareciera ni remotamente a un servicio de ayuda social, daba igual porque la gente cuando encuentra a alguien a quien contarle su vida se lanza.

Me he encontrado historias tristes, de esas que te dan ganas de darle un abrazo a la persona que está al otro lado del teléfono. Historias sobre lo retorcida que en ocasiones es la vida para algunos, de pérdidas, de injusticias por unas leyes que caminan muy lento y, sobre todo, historias de soledad.

Hoy, habrás descubierto, no tengo buen día. Y aunque es cierto que también te ríes en muchas ocasiones con las ocurrencias de la gente, o que incluso te reconforta ese agradecimiento a la ayuda que les prestas, hoy me puede esa sensación de que hay mucha gente sola, sin nadie con quien hablar.

Supongo que pensarás, y estarás en lo cierto, que a todos nos cuesta muchísimo menos contarle a un desconocido nuestros problemas y por eso quizá en ocasiones la soledad no es real. Pero, aún así, la soledad es un estado triste cuando no es voluntario y creo que en muchas de esas personas no lo era para nada.

Así que perdona hoy todo este rollo que te cuento, aunque me siento afortunada al contar con gente que impide que no sufra de esa soledad me he quedado un poco triste. Prometo que, a partir de hoy, saludaré de verdad a mis vecinos y me pararé a escuchar lo que la dueña del colmado tenga que decirme y no tenga que llamar así a un 901.

Merx

1 comentarios:

Anónimo dijo...

querida solitaria:
Tu carta no me ha sorprendido porque en uno u otro momento de nuestra vida, nos damos cuenta de lo poco sociables que nos hemos vuelto y necesitamos decirle al viento que no queremos serlo.
Recuerdas la extrañezas de nuestros abuelos ante lo poco sociables que éramos con los vecinos ?
No desfallezcas.....siempre hay alguien que escucha, en el 901, en el mercado, en la parada del autobús y si no, siempre nos quedan las aldeas y los pueblos donde el tiempo parece pasar mas despacio y aún tienen tiempo para preguntarte cómo estás.
No soy la "Elena Francis", pero sí algo mas que un oído amigo.
Besos.

 

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