martes, 5 de junio de 2007

Las máscaras han caído

Se acabó la tregua. La banda terrorista ETA ha roto el alto el fuego y ha anunciado que volverá a atentar en todos los frentes a partir de la medianoche de este miércoles.

Esta vez la banda de perros feroces no apareció en escena manchando de sangre las elecciones sino envolviéndolas con continuas oleadas de extorsión, terrorismo callejero, robos de armas y anuncios de posibles atentados, y ahora, pocos días después, cuando la banda vuelve a estar representada en numerosos municipios vascos con sus concejales, y ya en perfecto estado de salud, cumplen sus amenazas.

¿Alguien se extraña? La difusión de un vídeo que muestra el entrenamiento de etarras para cometer nuevas acciones violentas y cómo rematar a las víctimas en el suelo, unido a la polémica por la situación del etarra de Juana Chaos, que asegura estar dispuesto a regresar a la huelga de hambre si Instituciones Penitenciarias le coloca una pulsera de control telemático de regreso a su domicilio, son algunas de las claves que demuestran que entre las intenciones de la banda no ha estado nunca la de abandonar las armas.

Una vez más nos hemos dejado tomar el pelo, hemos cedido al chantaje creyendo que éramos más listos que ellos y ahora, los ciudadanos de a pie, los que no llevamos escolta ni coches blindados, quedamos expuestos a la trayectoria de las balas y a la destrucción de las bombas.

Algunas de las afirmaciones del comunicado de ETA no pueden ser más claras. Sólo ellos lograrán construir un estado independiente, avalados por miles de votos a favor del cambio político y social. El talante de Zapatero se ha convertido en fascismo que niega sus derechos a partidos y ciudadanos y les ha traicionado con detenciones, torturas y persecuciones de todo tipo, haciendo imposible que existan las condiciones democráticas que se requieren para un proceso de negociación. Por tanto, defenderán por las armas este pueblo al que agreden con las armas.

Ellos dicen “las máscaras han caído”. Una afirmación rotunda que demuestra una vez más que todo era un baile de disfraces, el mismo que llevan celebrando desde hace más de 40 años, en el que las máscaras ocultan la realidad, pero donde todos los que asisten deben saber que la verdad se esconde y no cambia a pesar de la máscara.

Una vez más, mientras los buenos perdían el tiempo en una partida de insultos y luchas políticas, los malos han vencido y el pueblo sufrirá las consecuencias de su sangrienta victoria. Ya es tarde para los buenos propósitos.

Marg

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