Cara y cruz Publicado por Mujeres

Es curioso cómo todas las facetas de la vida siempre tienen dos caras aunque muchas veces sólo conozcamos una, la que nos toca vivir, ignorando completamente que pasa en el otro lado. Nos quejamos porque no nos gusta lo que nos ofrece la cara de la moneda, en parte porque no conocemos lo que se vive en la cruz.

En la cara de la moneda tenemos el estudio presentado por la Organización Internacional del Trabajo, en el que se defienden las ventajas de una duración menor de la jornada laboral ya que una de cada cinco personas activas trabaja más de 48 horas semanales, especialmente en los países en desarrollo, donde en algunos casos como Perú, Corea del Sur, Tailandia o Pakistán, se trabaja en condiciones “intensas” o excesivas.

Entre los países industrializados, la incidencia de jornadas laborales intensas involucra al 12,1% de trabajadores en España, al 10,6% en Canadá, al 17,4% en Japón, al 18,1 en Estados Unidos, al 25,7 en Reino Unido y al 19,2% en Suiza. Contra esa tendencia, se aboga por los efectos positivos de las jornadas de menor duración, principalmente en el ámbito de la salud y la vida familiar, así como en la reducción de accidentes laborales, en el aumento de la productividad y en la igualdad de género.

Sin embargo, el informe señala que las iniciativas para reducir las horas excesivas de trabajo han fracasado por diversos motivos. Vamos que las leyes quedan bien sobre el papel pero, como siempre, no valen para nada, porque donde manda patrón…. el marinero curra hasta la saciedad.

También se destaca que los hombres tienden a trabajar un mayor número de horas, debido a que son ellas las principales responsables de realizar el trabajo de casa y de ocuparse de la familia. Bueno, en este punto, digamos que la conclusión no es demasiado correcta ya que si bien es cierto que los hombres tienden a pasar un mayor número de horas en la oficina, no siempre es porque trabajen un mayor número de horas que las mujeres.

Entre las medidas que la OIT promueve para mejorar esa situación, destacan la reducción de las largas horas de trabajo, flexibilidad de los horarios y trabajo a tiempo parcial y defiende que los trabajadores puedan tener elección e influencia en el tiempo de trabajo, a través de mecanismos que les permitan ser notificados con anticipación cuando se necesiten horas extras de su parte, que pueda elegir cuando trabajar o no esas horas y que sea consultado sobre las horas de entrada y salida. Otra tontería en la vida real.

Pero curiosamente, en el estudio no se hace referencia a la cruz de la misma moneda. En China se ha vuelto a descubrir un caso de esclavitud en una fabrica situada en el centro del país: 31 trabajadores, inmigrantes rurales, sobrevivían en su interior, con jornadas laborales de 20 horas diarias y a base de pan y agua, y también de palos si trabajaban despacio.

El trauma sufrido por los trabajadores ha sido tal que muchos de ellos no recuerdan si tienen familia o su lugar de procedencia. Eran reclutados en estaciones de tren y otros lugares de paso y, una vez en la fábrica, tenían prohibido salir del edificio, donde eran vigilados por perros para impedir su huida.

Es lógico que la Organización Internacional de Trabajo se preocupe de las horas que trabajamos, de si trabajan más los hombres que las mujeres, o menos los jóvenes y los cercanos a jubilarse. Todo esto está genial, pero nosotros, en la cara de la moneda, podemos tirar de herramientas para hacer justicia, o incluso excedernos con las horas extras para sacarnos unos eurillos de más, pero ¿qué pasa con la cruz de la moneda? ¿Por qué no le interesa a la OIT la verdadera injusticia laboral y la esclavitud que todavía existe en pleno siglo XXI?.

Sin duda alguna el estudio sería mucho más interesante aunque los resultados mucho más incómodos.

Marg