jueves, 21 de junio de 2007

¿Adultos?

Tenía razón mi abuela cuando decía que los adultos éramos los que complicábamos las cosas. Lo compruebo cada día en el entorno de los amigos de mi hija o de mis sobrinos, cuando son las madres o padres los que con su “intervención adulta” consiguen que un simple enfado entre niños se convierta en una lucha sin cuartel.

Hoy todos los medios se hacen eco de la sentencia dictada por una juez de Manresa que ha decidido retirar la guarda y custodia de una niña de ocho años a su madre, por haberle provocado un Síndrome de Alienación Parental.

La jueza argumenta que la madre ha logrado, con su actitud y con los mensajes contra el padre, que la niña sienta verdadera fobia, rechazo o aversión hacia el mismo. De un plumazo resuelve el único fleco pendiente, en un trámite de divorcio que se inició en el año 2004, que era la custodia de la menor.


La sentencia dictada obliga a la niña a ir a vivir con su padre durante seis meses y prohíbe a su madre y a la familia de ésta acercarse a ella. De este modo, afirma la sentencia, se ofrece a la niña la posibilidad de que conviva con su padre y elimine así esa fobia que siente hacia él.

Para que este “traslado” (como si de un mueble se tratara) sea menos traumático, el juez ha indicado en la sentencia que la menor vivirá un mes en casa de los abuelos paternos y al cabo del mismo un psicólogo evaluará si ya está preparada para irse a vivir con el padre.

Sin entrar en más detalles, que encontrarás en cualquier servicio de noticias de Internet, no salgo de mi asombro por la “guerra de sexos” que se ha establecido en todas las webs sobre la decisión judicial. Algunos lo celebran como un logro, por romper la tendencia de los jueces a otorgar la custodia a la madre, y otros como un fracaso judicial.

Yo, pensando en las palabras de mi abuela, sólo puedo sentir lástima por la niña de esta historia. De repente verá cómo ponen su vida del revés, un poco más ya que no quiero ni pensar en los dos años de lucha entre sus padres, cómo todas sus palabras eran evaluadas por un equipo de nada menos que seis peritos judiciales y cómo la obligan a “traicionar” . Sí, porque si realmente la madre influyó negativamente en ella y ahora “conoce” de verdad a su padre estoy segura sentirá un tremendo dolor por tener que traicionar a uno de los dos.

Los niños son tremendamente influenciables. No tienen además un carácter demasiado maduro como para aprender a relativizar el bien el mal, aún se mueven en los extremos. Sus vivencias o las historias de los cuentos que leen siempre identifican al bueno y al villano, nunca hay un bueno un poco malo ni un villano con un buen corazón.

Por eso es tan importante que seamos los adultos, los de su entorno no los jueces, los que les aportemos el equilibrio, los que empecemos a explicarles que además del blanco y el negro existe la gama de grises.
Merx

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