domingo, 8 de abril de 2007

Misioneros de ciudad

La Semana Santa nos trae sobre todo muchos sermones del Papa y haciendo resumen de la cantidad de mensajes que ha lanzado, no entiendo muy bien el insistente empeño de Benedicto XVI en volver a las antiguas esencias de la Iglesia, para mi entender muy alejadas de las necesidades reales de los fieles y muy difíciles de comprender por la mayoría de ellos.

Hace unos días, en un documento que hablaba sobre la sobre la Eucaristía “fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia” se reafirmaba sobre “el don inestimable del celibato eclesiástico” y hablaba de impulsar el uso del latín en las celebraciones litúrgicas así como de recuperar el canto gregoriano y la música polifónica sacra en sustitución de la música moderna. Sin ir más lejos, hoy he escuchado en otro de sus sermones que se ha propuesto rehabilitar la importancia de los confesionarios a los que parece ser que el Concilio Vaticano II restó protagonismo al impulsar las absoluciones colectivas, y esto es tan solo una muestra de las inquietantes afirmaciones del Papa que no dejan de sorprenderme.

Tal vez, y como todo fluye, la Iglesia en general y la de nuestro país en particular, se esté embebiendo también de las esencias papales que emanan desde el Vaticano. Quizá es por eso, por lo que esa visión progre de la actitud de Dios que se vive en la parroquia de San Carlos Borromeo en Madrid, más conocida como la iglesia 'roja' no cumple los cánones del cambio de imagen de la doctrina cristiana que hoy quiere impulsar el Papa.

En esta parroquia, en un barrio marginado de la ciudad, se trabaja desde hace casi tres décadas en la atención y el servicio en el ámbito de la marginación social, especialmente de adolescentes, jóvenes e inmigrantes, una encomiable labor realizada por tres curas que han conseguido, en base a las necesidades de sus feligreses, que de allí nazcan grupos como que el de las Madres de drogaditos, Traperos de Emaús, Coordinadora de Barrios, Escuela sobre Marginación, Fundación Raíces, etc...

Sin embargo, como señalan fuentes del Arzobispado, los curas de esta parroquia, a los que se ha pedido "que continúen asumiendo las tareas de acogida, educación y atención social", celebran la misa en ropa de calle y dan a comulgar rosquillas en vez de hostias, y eso "no es una Eucaristía de acuerdo a los cánones de la iglesia católica".

¿Solución? Disolver la parroquia como tal y entregarle el local a Caritas para que continúe con la función social que hoy promulgan los sacerdotes y con la que todo el barrio está más que encantado por la ayuda que prestan. Eso, sin olvidar, que estos tres misioneros de ciudad están a la espera de que les confirmen si va a iniciarse un proceso canónico para desnombrarles como sacerdotes de la parroquia.

Nadie lo entiende. Los tres curas se preguntan "¿por qué el obispo no cree en nuestra fe? cuando Evangelio literalmente significa 'buena noticia' y hemos ido experimentando nuestra forma de liturgia en la necesidad de ser cercanos a nuestros feligreses”. La resistencia formada por los feligreses argumenta que “No estamos dispuestos a perder el espacio de celebración y de fe, porque la fuerza la sacamos del encuentro, del cariño y de la catequesis, aunque dicen que no está homologada y no tiene código de barras”. Y yo digo: ¿no es la labor de toda esta gente lo que se predicaba en el Evangelio?


Hoy, en su mensaje del Domingo de Resurrección, el Papa lanzaba a los fieles una interesante pregunta: ¿Qué le pedirías a Dios? .Yo, querido Benedicto XVI le pediría más curas como los de la parroquia de San Carlos Borromeo en Madrid, más misioneros de ciudad que ayuden a sus conciudadanos sin importar su sexo, raza, o confesión y que prediquen con la auténtica doctrina, si es progre mejor, y no con las antiguas esencias de la religión.

Marg

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