23 de abril. En Cataluña se celebra el día de Sant Jordi, en el que la tradición impone el inter- cambio de rosas y libros entre seres amados. He leído esta frase en algún sitio y realmente hace honor a la realidad: la tradición impone.
No es que pretenda ser aguafiestas pero estoy cansada de oír que el día de Sant Jordi es una fiesta preciosa y en Barcelona más. Yo era de las que el 23 de abril aprovechaba el mediodía o salía antes del trabajo para pasear por el Paseo de Gracia o las Ramblas de Barcelona, pero ya no. Quizá me hago mayor y ceñuda, pero me revienta la gente que abusa de las tradiciones. Yo no digo que solo salgan a comprar libros los que disfrutan de la lectura, pero las avalanchas de gente buscando libros en los puestos de la calle o en las librerías y pidiendo algo que le guste a su marido, me horroriza.
Tampoco me gustaría pecar de pedante, pero soy una gran aficionada a la lectura y de las que hinchan las estadísticas porque debo comprar unos 3 ó 4 libros al mes, y aún así me gusta regalar libros en Sant Jordi. Pero lo que más me gusta es regalar libros que creo que van a gustar al que se los he comprado.
Hoy no, hoy la tradición impone que las mujeres regalemos un libro y los hombres una rosa. Así que los que adornan sus librerías con libros falsos se lanzan a comprar el último best-seller de Zapatero, de la Pantoja o de Julián Muñoz o la breve historia de Letizia. Me encantaría ver la cara del marido cuando abra el “regalo”, sobretodo si es de los que no leen ni las facturas del banco. Si por lo menos estuviera firmado por el autor....
Esta de Sant Jordi es una jornada curiosa, pero como siempre hay que ver el lado positivo a las cosas absurdas, me quedo con el resumen que una señora hacía en a librería: “mi marido solo ve la tele y cuando hay fútbol, en la vida ha abierto un libro, pero como hoy se regalan, pues le compro este de ZP, que por lo menos me suena. Quedo de maravilla y vale mucho menos que un jersey”.
Pues hala, a comprar libros de esos que sólo se venden en Sant Jordi, y a los que se olviden de la rosa, que hoy las marean entre 8 y 10 euros, que por favor no utilicen la vieja excusa de “a mi hoy no me gusta regalar rosas, yo te quiero y te la regalo cualquier otro día”, porque ese otro día seguro que no llega jamás.
“Que te he pillao”.
Marg
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