miércoles, 18 de abril de 2007

Dolor


Nos esperan muchos días de leer en la prensa múltiples informaciones sobre la triste matanza ocurrida en el estado de Virginia. Muchos días de dolor por el daño ajeno y por el miedo que genera en nosotros mismos.

Asistiremos, además, a una discusión social y política sobre la tenencia de armas, sobre la legalidad de tenerlas y sobre la facilidad para obtenerlas en EEUU y en otros tantos países menos mediáticos.

Mi opinión personal, aunque no entraré en este tema, es que si la tienes y te sientes amenazado la utilizas. No es este el caso, ya que el asesino utilizó el arma no como un objeto defensivo sino como un objeto de ataque pero, para el caso, sirve la teoría de que si la llevas encima la usas.

Lo que me ha llamado la atención en esta masacre es que ahora, cuando ya es irremediable, comienzan a aparecer “indicios” sobre la conducta agresiva y violenta que poseía el asesino. Así, una de sus profesoras en la universidad alertó a las autoridades así como a las instituciones académicas sobre la peligrosidad del alumno hace más de año y medio.

Lucinda Rody, profesora de inglés de Cho Seung-Hui, informaba a la CNN que aunque en sus trabajos Cho nunca mencionaba las armas explícitamente pero que lo que escribía era más que suficiente para alarmarse. Hablaba en sus trabajos de “orgías de sangre”, con una violencia macabra, y Rody le recomendó la asistencia médica para tratar esa violencia latente.

Pero nada. No pasó nada hasta que pasó. No parece un asunto de fácil solución este de la violencia latente. Cuánta gente andará por ahí siendo una verdadera bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento sin que tengamos el más mínimo indicio. En este caso las señales de alarma funcionaron, en el aspecto que alguien fue consciente del peligro, pero los mecanismos para poder actuar fallaron.

No sé si la solución estaría en la obligatoriedad o no de los exámenes psiquiátricos ante evidencias de violencia latente. Esto quizá provocaría una auténtica locura de profesores amenazados por fantasmas de su propia inseguridad, de vecinos envidiosos y de suegras vengativas. No, esta no debe ser la solución.

Llegado a este punto, y dejando de lado que “si la tienes la usas”, la única reflexión que no para de darme vueltas en la cabeza es que para obtener un permiso de armas sí deberíamos estar convencidos de quién la lleva. Realizar un profundo examen de su psique y revisarla cuantas veces hiciera falta. Porque recuerda, si la lleva la usará.

Merx

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