lunes, 15 de octubre de 2007

Menú Polisensorial


Permíteme que hoy pase de Al Gore y de su Premio Nobel, que en realidad es lo que me pedía el cuerpo, porque acabo de ver el no va más en exquisiteces culinarias y estoy que alucino, aún más que con Gore.

Hace ya un tiempo, e importado de Estados Unidos y Japón como casi todo, se ha puesto de moda en nuestro país lo que se ha dado en conocer como Scent Marketing , una nueva forma de conquistar al consumidor a través de sus emociones y mediante los aromas que desprenden ambientadores, velas, adhesivos invisibles o técnicas complejas que lanzan olores a la calle, en la recepción de un hotel o en los pasillos de un centro comercial para sugerirnos que estemos como en casa o como en el mismísimo paraíso.

Como ejemplo te diré que ya hay tiendas de complementos de jardín con olor a césped recién cortado, coctelerías con velas de Bloody Mary o incluso aromas para conseguir que la gente esté más a gusto en el trabajo y produzca más como ya están investigando en Japón.

Dicen los expertos que el 83% de los mensajes publicitarios que nos llegan está dirigido a la vista, mientras que se sabe que un75% de nuestras emociones cotidianas está influido por lo que olemos. Así que dicho esto por importantes escuelas de negocio que animan a aprovechar a tope el scent marketing, la pasión por esta moda polisensorial de acapararnos como sea a través de todos nuestros sentidos y mejorar de paso el negocio, ha llegado también a los restaurantes.

El Cingle de Vacarisses, un conocido restaurante de las afueras de Barcelona, de la también conocida cocinera Montse Estruch, ha llevado a cabo una demostración práctica de la nueva moda y en colaboración con una reconocida perfumista diseñaron un almuerzo compuesto por cinco platos correspondiente a los cinco sentidos y otros cinco postres que siguen la misma línea argumental. Y todo acompañado de aguas de diferentes países, ya que el vino está prohibido para no alterar los sentidos.

Una treintena de empresarios españoles y franceses de grandes marcas de perfumería, cosmética, moda y ambientación fueron los invitados de lujo para degustar la nueva experiencia. Para poner a prueba el olfato, y con los ojos tapados con un antifaz, se retaba a los invitados a descubrir por el olor los principales ingredientes del primer plato. Para ayudar a ambientar la escena, el ambiente se inundaba de aroma de chimenea, carbón, brasa según el modo en que el plato estaba cocinado.

Esta fiesta de los sentidos siguió con texturas que se funden en la boca o con crujientes sonoros e incluso con tintes de color para el mismo plato que sugerían sabores distintos.

Y digo yo, que si se trataba de un menú polisensorial, y ahí entra también el gusto, pues que al final acabarían comiéndose la comida, o bueno, lo que hubiera en los platos.

Pues así está el mundo. Mientras en Nueva York los edificios más emblemáticos se visten de naranja para crear conciencia de que en esta ciudad, símbolo de opulencia y centro financiero mundial, más de un millón de personas, sobre todo niños y ancianos, no tienen qué comer; en Barcelona, por poner un ejemplo, importantes directivos juegan a ver si adivinan lo que contienen sus sopotocientos platos.

Ya ves, la cara y la cruz de las sensaciones. Y mañana hablaré de Al Gore

Marg

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