miércoles, 17 de octubre de 2007

Las dos caras del Nobel


Según los estatutos que rigen los premios Nobel de la Paz, éste se otorga al individuo o grupo que más haya trabajado por la fraternidad de las naciones, por la abolición de los ejércitos o por la promoción de congresos de paz.

Según esos principios, pensarías que tal vez Ghandi podría ser un buen ejemplo, ¿verdad?, pues Ghandi nunca ganó ese galardón. Sin embargo Yasir Arafat, con su permanente atuendo de militar; Henry Kissinger que aunque contribuyó a poner punto y final a la guerra de Vietnam lo hizo más movido por política interna que por convicción pacifista; Anuar el Sadat, conocido por eliminar a sus enemigos políticos a través de supuestos accidentes; o incluso Rigoberta Menchú, a la que han estado a punto de retirarle las medallas que se puso como a Marian Jones, todos ellos SÍ tienen en su currículum ese Nobel de la Paz.

Y luego están los que por defender causas extraordinariamente nobles, pero que nada tienen que ver con la paz, también han sido galardonados. Y ahí están los que como Wangari Maathai, luchan con un banco para dar crédito a los pobres, por la erradicación de la pobreza y la sostenibilidad en África; o como Médicos sin Fronteras por su labor humanitaria y la salud pública; o algunos otros por la defensa de los árboles.

Y así, con esta reflexión me topo de bruces con el Nobel de la Paz 2007 concedido a Al Gore y al IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático)de la ONU, por su labor en la creación y difusión sobre el Cambio Climático. ¿Perdón? Pero lo más fuerte es que según las aportaciones científicas del otro ganador del premio, el IPCC, está demostrado que las tremendistas afirmaciones hechas por Gore en su “verdad incómoda”, en realidad son incómodas porque faltan a la verdad.


Yo no entiendo mucho de aportaciones y verdades científicas, así que no entraré en esas afirmaciones, pero no hay más que ver la contradicción en la que se envuelve un señor que se define como ecologista, y no hay más que mirar a su alrededor para darse cuenta de ecologista, lo que se dice ecologista no lo es. La verdad de Al Gore se llama en realidad política, y por eso muchos analistas han visto en este premio un golpe de las elites europeas a la administración Bush en Washington.

Claro que en esto de los Nobel, como en todo, siempre hay dos caras. Tenemos a Al Gore convertido en conferenciante y a quien el galardón no ha hecho más que aumentar su caché por contar por enésima vez su “verdad” y, afortunadamente, nos quedan ejemplos como Doris Lessing, que acaba de recibir el Nobel de Literatura, y quien, con la máxima discreción, ha conseguido plasmar en su obra su experiencia africana, sus desengaños sociales y políticos, los conflictos culturales, las flagrantes injusticias de la desigualdad racial, la contradicción entre la consciencia individual y el bien común.

El de la Paz, que lo retiren o que lo tiren, y a las instituciones que promueven premios como el de Al Gore, también. Estoy harta de intereses políticos y comerciales en nombre de la Paz.

Marg

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