Los avances tecnológicos están muy bien. Sí, es cierto. Son avances que permiten que nuestra vida sea cada vez más fácil y nos evitan tener que realizar muchas tareas terriblemente duras. Mira tú si no el caso de la lavadora o el aspirador, quién le hubiera dado cualquiera de ellos a nuestras bisabuelas.
Podríamos enumerar un largo etcétera que seguro se nos ocurren en un momento para cantar las bondades de la tecnología. Pero también, ésta es la cruz, un buen número de ejemplos en los que la tecnología nos declara la guerra. Y no hablo de los infumables libros de instrucciones.
La primera vez que me pasó fue con la báscula esa que tiene voz. Ya es bastante duro enfrentarte a ese momento, en el que vas a ver en qué se ha convertido la fideuá y el pastel de chocolate de la cena de anoche, pero que encima le pongan voz es ya matador. Y aún peor esas que tienen memoria y, por si no lo sabías, te dicen eso de “ha engordado usted 2 kilos!. ¡Agg!
Este verano he continuado la pelea con el GPS. Sí ya sé que está muy bien, que te ayuda un montón, y que hace compañía si viajas sola. Pero claro, la aldea de mis abuelos no sale en el mapa y de rutas alternativas ni le hables porque no existen. Así que acabé el verano con el GPS en la guantera del coche, por cretino, y con la grata compañía sólo de mis CDs.
Pero lo peor está por venir. Veo que unos expertos en tecnología brillantísimos del Reino Unido han diseñado un carrito de supermercado inteligente. Sí, un carrito con un mecanismo incorporado para alertar al comprador cuando ose poner en el carro un producto rico en grasa, azúcar o sal.
Se acabó para siempre la compra compulsiva, las estrategias de marketing que estudian la colocación de los productos en las estanterías para “invitarte a comprar” y, lo que es peor, el goloso anónimo.
No quiero ni imaginarme la escena en el supermercado. Venga a encenderse la luz roja, porque encima es una luz roja querida, y todos mirando cómo llenas tu carrito de verdaderos atentados contra tu salud. Ah, y olvídate también del “no entiendo cómo engordo, si sólo compro fruta y verdura”. Eso se acabó, es historia.
Así que habrá que cambiar la estrategia. Ya puedes estar pensando cuánto tardarás en hacer la compra en la ciudad de al lado. Te conviene.
Ay si Celia Cruz levantara la cabeza…¡azúcar!
Merx
Podríamos enumerar un largo etcétera que seguro se nos ocurren en un momento para cantar las bondades de la tecnología. Pero también, ésta es la cruz, un buen número de ejemplos en los que la tecnología nos declara la guerra. Y no hablo de los infumables libros de instrucciones.
La primera vez que me pasó fue con la báscula esa que tiene voz. Ya es bastante duro enfrentarte a ese momento, en el que vas a ver en qué se ha convertido la fideuá y el pastel de chocolate de la cena de anoche, pero que encima le pongan voz es ya matador. Y aún peor esas que tienen memoria y, por si no lo sabías, te dicen eso de “ha engordado usted 2 kilos!. ¡Agg!
Este verano he continuado la pelea con el GPS. Sí ya sé que está muy bien, que te ayuda un montón, y que hace compañía si viajas sola. Pero claro, la aldea de mis abuelos no sale en el mapa y de rutas alternativas ni le hables porque no existen. Así que acabé el verano con el GPS en la guantera del coche, por cretino, y con la grata compañía sólo de mis CDs.
Pero lo peor está por venir. Veo que unos expertos en tecnología brillantísimos del Reino Unido han diseñado un carrito de supermercado inteligente. Sí, un carrito con un mecanismo incorporado para alertar al comprador cuando ose poner en el carro un producto rico en grasa, azúcar o sal.
Se acabó para siempre la compra compulsiva, las estrategias de marketing que estudian la colocación de los productos en las estanterías para “invitarte a comprar” y, lo que es peor, el goloso anónimo.
No quiero ni imaginarme la escena en el supermercado. Venga a encenderse la luz roja, porque encima es una luz roja querida, y todos mirando cómo llenas tu carrito de verdaderos atentados contra tu salud. Ah, y olvídate también del “no entiendo cómo engordo, si sólo compro fruta y verdura”. Eso se acabó, es historia.
Así que habrá que cambiar la estrategia. Ya puedes estar pensando cuánto tardarás en hacer la compra en la ciudad de al lado. Te conviene.
Ay si Celia Cruz levantara la cabeza…¡azúcar!
Merx
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