Otoño es época de setas así que, además de verlas por doquier en todas las fruterías y mercados, existen muchos amantes de hacer de su recogida una especie de fiesta. Así no es raro ver auténticas “cuadrillas” que peinan los bosques a la búsqueda de los deseados manjares.
A mi siempre me ha sorprendido y admirado la capacidad de esas personas para reconocer la que debe o no debe cogerse, con la importancia que para tu salud tiene esa llamémosle “facilidad”. Yo, una auténtica ignorante en el tema, sólo sé cuáles pegan genial con una carne a la brasa, aquéllas que van mejor con la pasta y una buena crema de quesos y las de la tapita a la plancha de toda la vida claro está con el consejo de la dueña de la tienda. Poco más.
También, he de reconocer, que había oído hablar de las setas alucinógenas. Y estas nada tiene que ver con saber o no saber, ya tienes claro para qué sirven.En el pueblo donde suelo pasar los veranos, desde que tengo uso de razón, llegó un buen día un personaje que era todo un aficionado a colocarse con las setas en cuestión.
La verdad es que el tipo tenía una pinta bien rara. Una cara de loco auténtica y un palique para enrollarse a hablar sobre el sentido de la vida, encima en plan filosófico. Por este motivo yo nunca llegué a saber reconocer cuándo iba colocado de setas y cuándo, por el contrario, estaba en su estado normal.
Hoy he visto en la prensa que en Holanda se ha liado una buena con la prohibición de las setas alucinógenas. Y claro, automáticamente me he acordado del “pulgoso” al que así bautizamos mis amigos y yo, no quieras saber por qué.
Sigo con Holanda. El gobierno ha prohibido su venta después de que varias personas perdieran el control tras ingerirlas, ya que contienen una sustancia química, la psilocibina, que provoca visiones. Son varias las personas que bajo sus efectos se han tirado de un puente, han saltado por la ventana o han perdido totalmente el control sobre sus actos.
Existía en el mercado holandés en dos versiones. La versión en seco, con una concentración de esta sustancia química superior y que ya se consideraba droga dura, y la fresca que aunque tiene menores efectos ante la imposibilidad de establecer “el grado” de forma fiable también ha sido prohibida.
Los smartshops, tiendas especializadas en hierbas alucinógenas, se han puesto en pie de guerra considerando la medida exagerada pero el gobierno no da su brazo a torcer en el asunto, así que muchas de ellas tendrán que echar el cierre en breve.
El pulgoso llevaba siempre encima una bolsita con lo que el decía eran sus setas. Así no contento con pegarse un lingotazo de orujo, le añadía unos cuantos polvitos de su bolsita. Cada noche igual. El colega, además, vivía en una casa en ruinas que había sido de sus abuelos; sin luz ni agua, y por supuesto rodeado de monte hasta donde alcanzaba la vista donde decía hablar con los árboles y con unas ninfas que le visitaban.
No sé si sus setas serían tan fuertes como las prohibidas en Holanda, pero el tipo acabó quemando la casa. Así que lo siento por los que gustan de colocarse hasta el punto de perder la razón, algo que escapa completamente a mi comprensión, pero alguien colocado hasta las pestañas siempre representa un peligro. Para él mismo y para los demás, por supuesto.