Una vez más me he quedado con una expresión tosca y cerril en la mirada ante uno de esos asombrosos estudios que aparecen cada día en la prensa y que, sigo diciendo, no son más que una hábil maniobra de las marcas para aumentar su negocio.
Yo no sé tu, pero a mi nunca se me hubiera ocurrido preguntarle a mi médico, sea el ginecólogo, traumatólogo, neurólogo o incluso a mi profesor de gimnasia, por la talla idónea que necesito de sujetador o si es mejor para mi salud comprarlo con aros o sin ellos.
Yo no sé tu, pero a mi nunca se me hubiera ocurrido preguntarle a mi médico, sea el ginecólogo, traumatólogo, neurólogo o incluso a mi profesor de gimnasia, por la talla idónea que necesito de sujetador o si es mejor para mi salud comprarlo con aros o sin ellos.
El estudio en cuestión dice que siete de cada diez mujeres utilizan una talla de sujetador inadecuada y eso puede provocar diversos trastornos mamarios además de dolores de espalda, cefaleas y deformaciones posturales.
Pero para mí lo menos sorprendente de los datos extraídos del estudio, es el hecho de que el 94% de las mujeres en España desconocen cuál es su talla adecuada y un 70% no usa la que le corresponde.
Y ¿qué quieren? Dejando a un lado el trauma que a muchas nos provocó Afrodita cuando cada vez que se encontraba con Mazinger Z, se liberaba de su atuendo a la voz de ¡pechos fuera!, la edad del pavo y hasta que nos atrevimos a pedir el primer sujetador, la pasamos intentando disimular los pezones bajo los sostenes robados a nuestra madre o, en el mejor de los casos, alquilados a nuestra hermana mayor.
En épocas de vacas flacas encubrimos el exceso de volumen con esparadrapo o rescatamos del baúl de los recuerdos el primer sujetador que nos regalaron los reyes y, en las épocas de vacas gordas, las que todavía no nos hemos decidido por dilapidar nuestros ahorros en medio kilo de silicona, nos hemos pasado media vida rellenando el sujetador con algodón o con retales de tela de lienzo, que era la más gorda, hasta que una mente prodigiosa, y sin tetas supongo, inventó el wonderbra.
Yo tengo una deformación en la espalda, dolores de cabeza los días impares y mis posturas, tanto cuando trabajo como cuando duermo, son una aberración y un desafío para los profesionales de la protección laboral.
Llevo toda una vida echándole la culpa a mi madre por no haberme puesto plantillas a tiempo, por no obligarme a poner un corrector de espalda, por no inculcarme la cultura del deporte y reforzar así mi musculatura…. y ahora, tengo que pedirle perdón.
El problema está en el volumen y ¿la culpa?…. del sujetador.
Marg
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