jueves, 22 de febrero de 2007

Nos vigilan


A veces tengo la extraña sensación de que me vigilan. Sí, sí, veo señales de que alguien (o ALGO) sigue mis pasos allá dónde voy. No estoy pensando en el ojo divino que todo lo ve (no voy a entrar ahora a tratar temas teológicos) ni tampoco en la sombra perdida de Peter Pan.

Tampoco hablo ahora de esa vecina cotilla, seguro que tú también tienes un espécimen de esos, que me obligó a comprar cortinas cuando yo no quería gastarme ni un euro en telas para mi recién piso alquilado; pero claro, no era cuestión de que un día me dijera eso de “niña, que se te ha quedado la ropita íntima por el suelo”..

No. Hablo del ojo del satélite. Sí, ya sé que suena muy peliculero, muy a película de americanitos, pero ¿no te mosquea lo del Google Earth ese? Tú pones la dirección y de repente ves cómo se va acercando rapidísimo a tu casa y empiezas a verle ya los rulos a la vecina cotilla.

Pues estaba yo con esos pensamientos tan agoreros, llevo un jueves muy malo se ha de decir, cuando de repente me suena el aviso de que me ha llegado un mensaje (sms para los más jóvenes) al móvil y dice “hey, ya que vivimos muy cerca a ver si quedamos”. Añade que el mensaje me lo envían desde una web y que para responder tengo que “ver condiciones”.(¿?)

No te voy a engañar. Primero he tenido uno de esos momentos emoción al pensar, “tengo un admirador secreto” (aunque debe ser muy madurito porque las palabras están completas, sin faltas y hay comas) pero enseguida la emoción ha sido sustituida por el terror al psicópata. ¿Quién vive cerca de mí? ¿Cómo de cerca? ¿Por qué tiene mi teléfono? ...

Luego, tras una ducha relajante para calmarme, he llegado a la conclusión de que no era un admirador, ni un psicópata ni por supuesto un psicópata admirador. Debe ser algo parecido al timo de la estampita pero en edición nuevas tecnologías.
Espero.

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