martes, 4 de diciembre de 2007

Escondidos en el infierno

Las bibliotecas francesas guardan en secreto en algún recóndito lugar, llamado enfer (infierno) los libros, grabados y estampas “contrarios a las buenas costumbres”, o lo que es lo mismo, todo aquello considerado obras “licenciosas”, eróticas o sencillamente pornográficas.


Hoy, la Biblioteca Nacional de Francia (BNF) abre por primera vez las puertas de su infierno y muestra al público su particular secreto en forma de exposición de pecado. Prohibida excepcionalmente a los menores de 16 años, la exposición "El infierno de la Biblioteca, Eros en secreto", permite recorrer la historia de ese "infierno" lleno de manuscritos de Sade, Apollinaire y muchos otros grandes escritores, de estampas obscenas y de fotos pornográficas, guardados en secreto desde hace 150 años.

En la exposición, ambientada en la idea de una especie de infierno literario, puede hacerse un recorrido por la historia de míticos personajes como el Marqués de Sade, de las ediciones clandestinas, y de temas tan de moda como la ambigüedad de géneros o el entusiasmo mostrado entonces por la cultura sado. Pero además, varias pantallas permiten ver adaptaciones cinematográficas de grandes clásicos del erotismo, como La religieuse, de Diderot, o Histoire d'O, de Pauline Réage, e incluso se pueden escuchar, a través de altavoces, fragmentos de obras de referencia.

Siempre me ha llamado la atención este tipo de obras, sobre todo por la época en que se llevaron a cabo. Pero su historia y la forma en que durante años se han mantenido en secreto es casi más interesante que las obras en sí.
Desde las primeras obras, que datan del siglo XVI, pasando por el siglo del libertinaje (XVIII), donde se celebraban los placeres de cualquier tipo, y que por supuesto es el que más escritos livianos e imágenes de relaciones múltiples y de falos sobredimensionados aporta a la colección, se llega a la Revolución, en la que la supresión temporal de la censura abrió la puerta a panfletos pornográficos al servicio de la política. Así la Reina Maria Antonieta, conocida por su furor uterino, las prostitutas, o los curas en celo, fueron blanco de la excitación popular.

Durante muchos años, el infierno se fue enriqueciendo con las "cosechas" de las incautaciones policiales en las casas particulares o imprentas. Hasta tal punto que, en 1844, la Biblioteca Real decidió agrupar todas esas obras con una misma clasificación, cuya consulta era rigurosamente controlada.

Pueden contemplarse manuscritos y ediciones originales de los libros de Sade en los que se muestra el escándalo sadiano y su particular forma o maldad imaginaria, de entender el placer, siempre ligado al sufrimiento. O las primeras fotos pornográficas, que dados los medios de la época, hoy resultan una increíble hazaña. También hay algunas obras surrealistas como "El coño de Irene de Aragón”, o textos eróticos de increíble violencia de Mac Orlan o Georges Bataille.

Quizá por proximidad en el tiempo, lo que más me ha llamado la atención ha sido un texto del poeta George Hugnet, dedicado a Onan, que Salvador Dalí ilustró a base de un "espasmo-grafismo obtenido con la mano izquierda mientras con la mano derecha me masturbaba hasta la sangre". En el centro del dibujo, una mancha es la prueba de que Dalí no se inventaba nada.



Curiosamente, esta clasificación que durante mucho tiempo se consideró infernal, ha pasado poco a poco a ser una forma de consagración literaria. Ríete tú de las publicaciones pornos que tenemos hoy en día. Nada nuevo.

Marg

0 comentarios:

 

© 2008 - diseñado por doxs | templates - todos los derechos reservados