Mira que nos lo ponen complicado esto del derecho a la intimidad. Cada vez es más difícil mantener que las cosas que consideras íntimas peguen un salto al calificativo de públicas en un pis pas.
No hablo de las amigas cotillas, qué peligro tiene eso de “pero que quede entre nosotras”, si no de los que no saben nada de ti y de repente pueden llegar a saberlo todo.
Hoy me reía con una noticia de un video colgado en Youtube de un beso de enamorados. Unos enamorados que viajan en metro y aprovechan la espera, que en ocasiones desespera, para darse unos piquitos. Claro, si tenemos en cuenta que la media entre un metro y otro es de dos minutos imagínate el beso de tornillo de los amantes. Ríete de cualquier beso de celuloide.
Lo que me alucina es que el colega que controla las cámaras de seguridad de esa estación, no sé si por envidia cochina o por ausencia total de egoismo, decidiera que ese beso no podía seguir en el anonimato y ni corto ni perezoso lo cuelga en el youtube.
En fin. Que después de esa historieta he empezado a leer algo más serio y he visto que las demandas contra Google por lo de la protección de datos empiezan a avanzar. Al parecer cualquier sanción o pena impuesta por un delito que hubiera sido publicado en el BOE, automáticamente sale en Google al teclear tu nombre, aunque el delito fuera de cuando tenías quince años y ya rondes los cuarenta o aunque hubieras sido absuelto del mismo.
La noticia explicaba el caso de un profesor de instituto que, en sus tiempos mozos, recibió una sanción por mear en la calle. Aún hoy, cuando se supone que el buen hombre ha llegado a eso que llaman “vida respetable”, sus alumnos conocen esa historia no porque él haya tenido a bien compartirla con ellos, no, simplemente porque está en Google.
Ya ves, lo de los buscadores tiene peligro. En realidad hoy todo tiene ese peligro. Internet es una herramienta fantástica, una ventana al mundo, pero con una línea bien fina para separar lo que es privado de lo que es público. Incluso el artículo menciona que ya es una herramienta para las empresas de selección, que rastrean en la red a ver si “tienes un pasado”.
Y, lo cierto, es que todos tenemos un pasado. Piensa si no en algún amante resentido que hayas dejado por ahí….
Merx
No hablo de las amigas cotillas, qué peligro tiene eso de “pero que quede entre nosotras”, si no de los que no saben nada de ti y de repente pueden llegar a saberlo todo.
Hoy me reía con una noticia de un video colgado en Youtube de un beso de enamorados. Unos enamorados que viajan en metro y aprovechan la espera, que en ocasiones desespera, para darse unos piquitos. Claro, si tenemos en cuenta que la media entre un metro y otro es de dos minutos imagínate el beso de tornillo de los amantes. Ríete de cualquier beso de celuloide.
Lo que me alucina es que el colega que controla las cámaras de seguridad de esa estación, no sé si por envidia cochina o por ausencia total de egoismo, decidiera que ese beso no podía seguir en el anonimato y ni corto ni perezoso lo cuelga en el youtube.
En fin. Que después de esa historieta he empezado a leer algo más serio y he visto que las demandas contra Google por lo de la protección de datos empiezan a avanzar. Al parecer cualquier sanción o pena impuesta por un delito que hubiera sido publicado en el BOE, automáticamente sale en Google al teclear tu nombre, aunque el delito fuera de cuando tenías quince años y ya rondes los cuarenta o aunque hubieras sido absuelto del mismo.
La noticia explicaba el caso de un profesor de instituto que, en sus tiempos mozos, recibió una sanción por mear en la calle. Aún hoy, cuando se supone que el buen hombre ha llegado a eso que llaman “vida respetable”, sus alumnos conocen esa historia no porque él haya tenido a bien compartirla con ellos, no, simplemente porque está en Google.
Ya ves, lo de los buscadores tiene peligro. En realidad hoy todo tiene ese peligro. Internet es una herramienta fantástica, una ventana al mundo, pero con una línea bien fina para separar lo que es privado de lo que es público. Incluso el artículo menciona que ya es una herramienta para las empresas de selección, que rastrean en la red a ver si “tienes un pasado”.
Y, lo cierto, es que todos tenemos un pasado. Piensa si no en algún amante resentido que hayas dejado por ahí….
Merx
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