Entre el batacazo que se ha dado el Ibex, las calimeradas de Gallardón y el fracaso del intento de ataque suicida en Barcelona, acabo de leer una noticia que me ha arrancado un inesperado ataque de risa.
Un grupo de artificieros suecos ha sido movilizado en la ciudad sueca de Goteborg para desactivar un paquete sospechoso descubierto por el empleado de limpieza en el parking de un bloque de apartamentos.
El empleado divisó un bulto que estaba vibrando y sonando sospechosamente, así que, en un arranque de salvar a la humanidad avisó a la Policía, que sin arriesgar ni un pelo optó por enviar a un equipo de expertos en explosivos.
Tras acordonar la zona, abrieron el paquete con un equipo especial antibombas, y voilà, o como se diga en sueco, la sorpresa fue mayúscula cuando vieron que lo que contenía el paquete no era una bomba con temporizador sino un simple vibrador a pilas.
Tras acordonar la zona, abrieron el paquete con un equipo especial antibombas, y voilà, o como se diga en sueco, la sorpresa fue mayúscula cuando vieron que lo que contenía el paquete no era una bomba con temporizador sino un simple vibrador a pilas.
Entiendo que, tras hacer el ridículo y tener que soportar las carcajadas de la multitud que se congrega ante cualquier atisbo de morbo en la calle, la policía tenga el orgullo herido. Pero de ahí a asegurar que ahora las investigaciones de la Policía se centran en dar con la dueña del juguete sexual, que todo apunta a que puede ser empleada de una farmacia cercana al lugar del hallazgo, pues tampoco es para tanto.
Si en efecto hubiera sido un artefacto explosivo o se tratara del vibrador de la Beckham, recubierto de diamantes, entendería que la buscaran desesperadamente, pero tratándose de un simple vibrador….¿qué van a hacer? ¿reñirle por haberlo perdido? ¿devolvérselo como quien devuelve el monedero?.
Espero que a la presunta farmacéutica no le importe la indiscreción de la policía y que su asunto haya aparecido en toda la prensa mundial, no vaya a ser que a la pobre le pase como a una amiga mía que lleva 3 años queriéndose comprar uno y no lo consigue, por la vergüenza que le da entrar en un sex shop y por su obsesión a que no se entere nadie. Ni Internet le vale, porque lo sabría el mensajero.
Marg
Marg
1 comentarios:
jajajaja. no había oido la historia. Me ha gustado
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