La verdad es que nadie consigue dar con la fórmula mágica que consiga por lo menos mitigar el incremento de la violencia de género y es verdad que no debe ser fácil, pero no por ello es cuestión de lanzar medidas que, por lo menos dan la sensación, de no servir para mucho.
Me refiero al último intento del Gobierno por combatir la violencia de género y que fue comunicada el pasado 22 de junio por la vicepresidenta De la Vega, que consiste en poner un teléfono a disposición de las víctimas, a partir del próximo 1 de agosto, de atención las 24 horas del día para que las mujeres que sufran malos tratos puedan recibir información, asesoramiento jurídico y atención en línea para solucionar la situación en la que viven.
Todas las medidas que se pongan para eliminar esta lacra que nos afecta, sobre todo a las mujeres, son de agradecer, pero no son ni mucho menos el inicio de la solución.Mucho antes de que las maten, la mayoría de las mujeres ya han acudido a pedir ayuda, algunas han conseguido órdenes de alejamiento, pero esto no es suficiente para disuadir al agresor y aquel al que las ansias de violencia y la irracionalidad se han apoderado de su cerebro.
A esto se suma la última campaña, en la que el mensaje de que 9 de cada diez agresores acaban en prisión, pretende disuadir a los salvajes. Todo el mundo sabe que si mata puede acabar con sus huesos en la cárcel, pero también es conocido que si sólo pegas, sin llegar a matar, como mucho sólo pasas por prisión como el que visita Huelva.
¿Quién protege a las mujeres cuando su agresor, en el apogeo de su locura, se salta la orden de alejamiento y mata como sea y dónde sea? Por desgracia, lo que mejor hacemos en este país es seguir lamentándonos de las muertes que se producen salvajemente a diario.
Las medidas realmente efectivas deben estar en la justicia de la justicia y en el castigo ejemplar. Sólo así las víctimas empezarán a disminuir su número y dejarán de ser víctimas.
Marg
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