Si es que aunque la evolución, como su propia palabra indica, es ir “p’adelante” estamos en pleno periodo de “involución”.
Desde la insistencia de la Iglesia a volver a recuperar su protagonismo político en la vida de este país, tema del que no voy a volver a hablar hoy no sea que me quemen por hereje, hasta las actitudes cada vez más retrógadas que últimamente aparecen en la sociedad actual.
Hoy leía asombrada la última de la Guardia Civil. He de reconocer que siempre ha sido un cuerpo de seguridad que no ha gozado de demasiadas simpatías en la sociedad. En su defensa diré que supongo que no debe ser fácil deshacerse de una imagen oscura tejida desde hace años, con una página propia en la historia y en los chistes de este país.
Pero supongo que, como todos los sectores, lucha por evolucionar y convertirse en lo que dicen la Guardia Civil del siglo XXI, dentro de los márgenes que su reglamento les permita. Y ahí radica el problema, y es que el tal reglamento es igual de militarista que en sus inicios.
Verás cómo empezó la historia, que no tiene desperdicio. Resulta que en uno de los cuarteles en Barcelona los agentes, todos ellos solteros, deben pagar 60 euros al mes para cubrir los gastos de limpieza y mantenimiento de las zonas comunes. Pero los mandos se encontraron con un problema que hacía que no les salieran las cuentas y es que las habitaciones del personal “femenino” estaban en perfecto estado mientras que las de los agentes del sexo masculino quedaban hechas unos zorros.
Así el tema se sacaron de la manga una solución, digamos, poco constitucional. Con la excusa de la seguridad y la prevención de riesgos laborales (¿?), el mandamás del cuartel decidió comunicar a través de una “nota para el personal” que "Se procederá a la revista mensual de las habitaciones adjudicadas a la sección protección y seguridad. Todo el personal adjudicatario de las mismas que no esté de servicio, se encontrará a dicha hora a la puerta de la habitación que tenga adjudicada, de paisano".
Desde la insistencia de la Iglesia a volver a recuperar su protagonismo político en la vida de este país, tema del que no voy a volver a hablar hoy no sea que me quemen por hereje, hasta las actitudes cada vez más retrógadas que últimamente aparecen en la sociedad actual.
Hoy leía asombrada la última de la Guardia Civil. He de reconocer que siempre ha sido un cuerpo de seguridad que no ha gozado de demasiadas simpatías en la sociedad. En su defensa diré que supongo que no debe ser fácil deshacerse de una imagen oscura tejida desde hace años, con una página propia en la historia y en los chistes de este país.
Pero supongo que, como todos los sectores, lucha por evolucionar y convertirse en lo que dicen la Guardia Civil del siglo XXI, dentro de los márgenes que su reglamento les permita. Y ahí radica el problema, y es que el tal reglamento es igual de militarista que en sus inicios.
Verás cómo empezó la historia, que no tiene desperdicio. Resulta que en uno de los cuarteles en Barcelona los agentes, todos ellos solteros, deben pagar 60 euros al mes para cubrir los gastos de limpieza y mantenimiento de las zonas comunes. Pero los mandos se encontraron con un problema que hacía que no les salieran las cuentas y es que las habitaciones del personal “femenino” estaban en perfecto estado mientras que las de los agentes del sexo masculino quedaban hechas unos zorros.
Así el tema se sacaron de la manga una solución, digamos, poco constitucional. Con la excusa de la seguridad y la prevención de riesgos laborales (¿?), el mandamás del cuartel decidió comunicar a través de una “nota para el personal” que "Se procederá a la revista mensual de las habitaciones adjudicadas a la sección protección y seguridad. Todo el personal adjudicatario de las mismas que no esté de servicio, se encontrará a dicha hora a la puerta de la habitación que tenga adjudicada, de paisano".
Como puedes imaginar los sindicatos enseguida se han puesto en pie de guerra contra una “norma” que consideran un desafío a la intimidad además de ilegal ya que la ley que regula sus derechos les reconoce el derecho a la intimidad y a la vida privada.
No sé cómo acabará el tema, ni si tendrán más éxito que la última vez que intentaron cambiar las cosas desde dentro, pero la verdad es que la normita suena a coña y me recuerda a una escena de la lacrimógena Oficial y Caballero.
En fin querida, que te largas de casa pero tienes siempre a alguien que va a vigilar que tu habitación esté “en perfecto estado de revista” ya sea un mando en un cuerpo de seguridad o la suegra incordiante cuando viene a cenar.
Pensándolo bien, utilizaré eso de “estás violando mi intimidad y mis derechos constitucionales”. A ver..
Merx
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