Podemos afirmar, sin equivocarnos, que vivimos en la época del individuo. Cada uno va a su bola, sin tener en cuenta al de al lado, y mucho más a su bola cuando el del al lado es un completo desconocido.
Los razonamientos que la mayoría esgrimimos es que vamos siempre a la carrera, pensando en nuestras cosas, y pasando de todo aquel que esté a nuestro alrededor o, si se da el caso, incluso arrollándolo.
Se han perdido costumbres de antaño, como la de dar los buenos días o el tan recurrido gracias que cada vez decimos menos.
Es lo que hay, querida. Nos conformamos con mantener las formas para no caer en la mala educación, pero poco más. De esto hablábamos hoy en el desayuno, diciendo que esas cosas en las ciudades pequeñas aún se mantienen y todavía no se han visto devorados por el “a tu bola”.
Mi estancia durante más de un año en una ciudad digamos mediana, me hacía comparar las dos caras de la moneda. En la ciudad más pequeña volvía a ver que la gente no te miraba con desconfianza cuando preguntabas por algún lugar, que te saludaba al entrar al restaurante aunque no te conociera absolutamente de nada o que, incluso, fuera capaz de cederte el asiento en el autobús sin que le hubieras amenazado antes de muerte.
Aquí, por el contrario, contamos con el anonimato de la gran ciudad que en ocasiones es fantástico. En eso estábamos, todos atropellándonos unos a otros para dar nuestra opinión cuando, de repente, el de la mesa de al lado se ha metido en la conversación sin ser invitado.
Nos hemos quedado alucinados. Ni siquiera habíamos prestado atención a que alguien se había sentado al lado de nuestra mesa, ni por un momento pensamos que nuestra conversación de lunes tedioso estuviera siendo seguida con tanto detalle por un público espontáneo..
Tras una rápida revisión del pobre hombre, hemos pensado de todo. Que era un maleducado, esta opción tenía muchos votos, que era un baboso solitario, esta también estaba entre las más votadas, o simplemente que no había conseguido ningún ejemplar de los periódicos del bar y que estaba aburrido.
Así que, aún siendo tan a nuestra bola, a veces hay alguno que decide saltar al campo de al lado y jugar con la bola de los demás, provocando un efecto que te puedes imaginar: nos hemos ido, ya no hablabamos con libertad y estábamos pendientes todo el rato del anónimo de la mesa de al lado.
Aunque lo cierto es que seguro que más de una vez alguien está escuchando tu conversación, yo reconozco que en alguna ocasión lo he hecho, es asombroso que de repente decida meterse en ella.
Porque, la verdad, era una conversación más bien absurda. Ya sabes, de lunes tedioso.
Merx
Los razonamientos que la mayoría esgrimimos es que vamos siempre a la carrera, pensando en nuestras cosas, y pasando de todo aquel que esté a nuestro alrededor o, si se da el caso, incluso arrollándolo.
Se han perdido costumbres de antaño, como la de dar los buenos días o el tan recurrido gracias que cada vez decimos menos.
Es lo que hay, querida. Nos conformamos con mantener las formas para no caer en la mala educación, pero poco más. De esto hablábamos hoy en el desayuno, diciendo que esas cosas en las ciudades pequeñas aún se mantienen y todavía no se han visto devorados por el “a tu bola”.
Mi estancia durante más de un año en una ciudad digamos mediana, me hacía comparar las dos caras de la moneda. En la ciudad más pequeña volvía a ver que la gente no te miraba con desconfianza cuando preguntabas por algún lugar, que te saludaba al entrar al restaurante aunque no te conociera absolutamente de nada o que, incluso, fuera capaz de cederte el asiento en el autobús sin que le hubieras amenazado antes de muerte.
Aquí, por el contrario, contamos con el anonimato de la gran ciudad que en ocasiones es fantástico. En eso estábamos, todos atropellándonos unos a otros para dar nuestra opinión cuando, de repente, el de la mesa de al lado se ha metido en la conversación sin ser invitado.
Nos hemos quedado alucinados. Ni siquiera habíamos prestado atención a que alguien se había sentado al lado de nuestra mesa, ni por un momento pensamos que nuestra conversación de lunes tedioso estuviera siendo seguida con tanto detalle por un público espontáneo..
Tras una rápida revisión del pobre hombre, hemos pensado de todo. Que era un maleducado, esta opción tenía muchos votos, que era un baboso solitario, esta también estaba entre las más votadas, o simplemente que no había conseguido ningún ejemplar de los periódicos del bar y que estaba aburrido.
Así que, aún siendo tan a nuestra bola, a veces hay alguno que decide saltar al campo de al lado y jugar con la bola de los demás, provocando un efecto que te puedes imaginar: nos hemos ido, ya no hablabamos con libertad y estábamos pendientes todo el rato del anónimo de la mesa de al lado.
Aunque lo cierto es que seguro que más de una vez alguien está escuchando tu conversación, yo reconozco que en alguna ocasión lo he hecho, es asombroso que de repente decida meterse en ella.
Porque, la verdad, era una conversación más bien absurda. Ya sabes, de lunes tedioso.
Merx
5 comentarios:
A mí una de las cosas que más me sorprendió cuando me mudé de Barcelona a Montcada (una ciudad bastante más pequeñita aprox.20000 habitantes frente a los casi 2 millones de BCN), es que mucha gente, sobretodo la gente mayor me daba los buenos días por la calle.
La verdad es que era algo extraño, aunque ya me he acostumbrado.
Por cierto, con lo que os gusta Maitena por aquí seguro que os alegrará la noticia de qué van a hacer una serie de tv basada en sus viñetas ...
Qué buena la noticia de la serie de Maitena!!. A mi, me encanta.
Un abrazo. Marg
Pues cuando yo me mudé a vivir a Terrassa, fue el pique absurdo entre la gente de Sabadell y de Terrassa. Yo venía de una ciudad de 65.000 habitantes, que ahora ya no considero ciudad sino pueblo, y no entendía que los de Sabadell les dijeran a los de TRS que son de pueblo y los de SBD de ciudad.
Ahora vuelvo a vivir en un pueblo pequeñito y pijín, y sí que se nota la diferencia entre la gente del pueblo y los de la City, en costumbres, en estilo de vida, en manera de entender el trabajo y el tiempo... No sé, cosas como tener media hora de desplazamiento o más para ir a trabajar, a mí me parece lo más normal, y a la gente de Sabadell les parece un drama tener 10 minutos de desplazamiento, por ejemplo.
No es solo una cuestión de costumbres o de educación, es otro ritmo de vida, incluso otra forma de entender la vida.
Por cierto, chicas, habéis recibido un premio aquí. ¡Enhorabuena!
Hey pimkie muchas gracias por el premio!!!. Es como un regalo de cumpleaños porque esta semana hemos cumplido nuestro primer año.
Un abrazo
Marg
Qué caña lo de la serie de Maitena Lucía, a ver a quién escogen para protagonizarla porque depende de las elegidas...
Gracias Pimkie, como molan esas noticias un martes de lluvia!. Lo de los piques entre poblaciones es de lo más surrealista, te comprendo perfectamente.
Besos a todas y una BIENVENIDA enorme a Marg...
Merx
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