Lo de hacerse mayor, muy mayor, debe ser una lucha desesperada por salir adelante. En teoría debería ser una etapa dulce, en la que pasas revista a lo que ha sido tu vida para, finalmente, obtener eso que dicen paz.
Pero en este mundo de locos en el que vivimos eso es cada vez más complicado. Nuestro gran enemigo el tiempo invade cada parcela de nuestras vidas y, eso es lo peor, influye de manera negativa en nuestras relaciones sociales.
Hoy leía un reportaje sobre los abuelos. Sobre ese tipo de abuelos que deben coger la maleta cada poco tiempo para trasladarse a casa de “otro hijo”, y así cual custodia compartida en una pareja de divorciados, no tiene una casa sino dos, o tres o tantas como hijos haya traído a este mundo.
En el reportaje los llaman “los abuelos golondrina”, concepto muy adecuado, y aborda el problema de quién debe cobrar la ayuda a la dependencia. En muchas familias hay una auténtica discusión por que sólo puede nombrarse un tutor, que es el que cobra la prestación, pero los cuidadores son todos. Si en ese cóctel metemos también la relación entre los hermanos el problema está servido, ya que el requisito es que todos estén de acuerdo en el designado como tutor.
La realidad es un poco aterradora. Nuestra población es cada vez más mayor, los hijos trabajan todos y sus parejas también con lo que la fórmula del pasado, los cuidaban las hijas o las nueras, ya tampoco es posible.
Las residencias tampoco son la solución para muchos ancianos, ya sea por tema económico o emocional, por lo que la ayuda que establece la Ley de Dependencia pretendía arrojar un poco de luz en esta imagen tan sombría. No es fácil.
Yo me quedo con el concepto de “abuelos golondrina”, con lo difícil que debe ser para ellos y también para sus hijos. Y digo para sus hijos porque a nadie debe gustarle ver como su padre o su madre va de un lado para otro como una pelota de tenis, pero las fuerzas se acaban ante abuelos con una salud delicada que precisen cuidados día y noche, más incluso que un bebé.
Así el patio además de mejorar la recién nacida Ley de Dependencia, deberíamos esforzarnos en mantener un nivel de pensiones que permitan a la gente mayor costearse una residencia, una cuidadora o lo que ellos deseen. Quizás así dejarían de ser abuelos golondrina y podrían quedarse en su nido. En su hogar.
Merx
Pero en este mundo de locos en el que vivimos eso es cada vez más complicado. Nuestro gran enemigo el tiempo invade cada parcela de nuestras vidas y, eso es lo peor, influye de manera negativa en nuestras relaciones sociales.
Hoy leía un reportaje sobre los abuelos. Sobre ese tipo de abuelos que deben coger la maleta cada poco tiempo para trasladarse a casa de “otro hijo”, y así cual custodia compartida en una pareja de divorciados, no tiene una casa sino dos, o tres o tantas como hijos haya traído a este mundo.
En el reportaje los llaman “los abuelos golondrina”, concepto muy adecuado, y aborda el problema de quién debe cobrar la ayuda a la dependencia. En muchas familias hay una auténtica discusión por que sólo puede nombrarse un tutor, que es el que cobra la prestación, pero los cuidadores son todos. Si en ese cóctel metemos también la relación entre los hermanos el problema está servido, ya que el requisito es que todos estén de acuerdo en el designado como tutor.
La realidad es un poco aterradora. Nuestra población es cada vez más mayor, los hijos trabajan todos y sus parejas también con lo que la fórmula del pasado, los cuidaban las hijas o las nueras, ya tampoco es posible.
Las residencias tampoco son la solución para muchos ancianos, ya sea por tema económico o emocional, por lo que la ayuda que establece la Ley de Dependencia pretendía arrojar un poco de luz en esta imagen tan sombría. No es fácil.
Yo me quedo con el concepto de “abuelos golondrina”, con lo difícil que debe ser para ellos y también para sus hijos. Y digo para sus hijos porque a nadie debe gustarle ver como su padre o su madre va de un lado para otro como una pelota de tenis, pero las fuerzas se acaban ante abuelos con una salud delicada que precisen cuidados día y noche, más incluso que un bebé.
Así el patio además de mejorar la recién nacida Ley de Dependencia, deberíamos esforzarnos en mantener un nivel de pensiones que permitan a la gente mayor costearse una residencia, una cuidadora o lo que ellos deseen. Quizás así dejarían de ser abuelos golondrina y podrían quedarse en su nido. En su hogar.
Merx
1 comentarios:
Me estremece el corazón este tipo de temas.
Estoy de acuerdo en que muchos querrían seguir en su hogar y sería esta parte la que habría que potenciar. Parte hasta ahora cubierta por mujeres inmigrantes en su mayoría no dadas de alta.
A mi abuela, que la cuidé, siempre le gustó vivir en su casa. Respetemos a los mayores y sus decisiones.
luna
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