jueves, 20 de septiembre de 2007

Revolución cultural

Un día después de proponer a los trabajadores franceses "un nuevo pacto social", el presidente Nicolas Sarkozy ha tocado uno de los puntos más delicados de su reforma anunciando que quiere reducir drásticamente el número de funcionarios, aumentar los sueldos y exigir eficacia.


Frente a los 5,2 millones de funcionarios que tiene nuestro país vecino y que suponen el 44% del presupuesto, Sarkozy dijo que ante el punto de crecimiento anual necesario para poder pagar las deudas, la productividad de las administraciones cuenta tanto como la de las empresas y su deber, el de las administraciones claro, es controlar hasta el último céntimo. “Tenemos demasiado déficit, demasiada deuda, demasiadas necesidades”.

Para ello el líder francés pretende asemejar las condiciones de las administraciones a las de la empresa privada y contar con un cuerpo de funcionarios menos numeroso, mejor pagado y con más perspectivas de carrera.

El objetivo de adelgazamiento de este colectivo es reemplazar en dos años a uno de cada tres funcionarios, con lo que la Administración logrará reducir, a finales de 2009, a un total de 22.700 funcionarios.

Para mi, lo mejor es qu Sarkozy le ha dado a esta limpieza a fondo el nombre de revolución cultural, porque sus planes van más allá de la simple reducción de personal. Tras criticar el sistema de oposiciones y de reclutamiento de las Administraciones, vaya por delante que él no ha sido nunca funcionario y creo que ni ganas de serlo, el presidente anunció también su intención de acabar con los "cuerpos" de trabajadores públicos que crean compartimentos estancos y de facilitar la movilidad y la formación continua. "Si queréis ganar más debéis trabajar más y aceptar que se reduzca el número de funcionarios.

Está claro que el jefe francés quiere sangre nueva en sus filas y, consciente de que se enfrenta a un colectivo tremendamente numeroso y reaccionario, ha lanzado ya, de forma suave, algunos avisos a navegantes, advirtiendo que la labor de los funcionarios será evaluada y su remuneración dependerá de ello. Y para los que se vean incapaces de cambiar su antiguo chip de funcionario, a pesar de los planes de formación previstos, pues está abierto a pactos, negociaciones e incentivos para que se vayan sin molestar.

Nada nuevo si lo viéramos desde la óptica de la empresa privada, pero una auténtica revolución, algo más que cultural, si nos ponemos el gorro del "yo, funcionario para toda la vida". Y claro, la respuesta no se ha hecho esperar. Para los sindicatos de la función pública el discurso del presidente sobre la revolución equivale a "una declaración de guerra" y ya algunos colectivos afectados han anunciado huelgas para protestar contra los planes de Sarkozy.

Los funcionarios que tengo más cercanos llevan tantos años reconociendo sus buenas condiciones de vida laboral, en cuanto a horarios y facilidades en muchas áreas como la enseñanza o la sanidad, como reivindicando una igualdad de salarios con la empresa privada.

Pero puestos a equiparar las cosas, al igual que en la privada, si los objetivos no se cumplen y los números no salen, hacen acto de presencia la reducción de plantilla, las prejubilaciones, el refinamiento de las estructuras, las bajas incentivadas y las amenazas, o dicho de otra forma más poética: la revolución cultural.

Pues que quieres que te diga, si queremos un mejor servicio, una mejor atención y un menor coste por parte de las administraciones públicas, el plan revolucionario de Sarkozy no está desencaminado.

Creo que aquí, en nuestro país, se creó en 2006 el anteproyecto de Ley del Estatuto de la Función Pública, una lista de intenciones de similares características, que no hablaba de reducir, aunque tenemos 1 funcionario por cada 18 habitantes, pero proponía acabar con la figura del funcionario vitalicio e incluso la creación de la figura del personal directivo responsable de los resultados de la gestión.

Desconozco en qué acabo esta propuesta de cambio en nuestro colectivo de funcionarios y en que acabará la revolución cultural de Sarkozy. Una diferencia sí hay, el Gobierno francés, con un par de ellos… está haciendo lo que dijo que iba a hacer, aunque quizá por los avatares de su historia, poniéndole algo más de glamour al tema. Revolución cultural, ¿y no es bonito?.

Marg

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