Es curioso lo amplio y, en ocasiones, estrecho que es el tema de la libertad de expresión. Un derecho por el que se luchó de forma feroz y que ha servido para justificar cosas buenas y otras no tan buenas.
Libertad de expresión es lo que argumenta Jiménez Losantos cuando se le acusa de difamación desde su puesto seguro detrás de un micrófono, aunque después rectifique añadiendo que sólo leía un artículo de El Mundo, pasando así la pelota de la difamación a la cancha de la prensa escrita que seguramente alegará también libertad de expresión.
El día posterior al último debate, y ante la huelga de autobuses en mi ciudad, tuve que recurrir a los taxis. Y ocurrió lo que me temía. En 3 de cuatro (que fueron los que tuve que coger) la emisora sintonizaba programas de apoyo claro al PP. Con intervenciones de oyentes que, de nuevo amparándose en la libertad de expresión, utilizaban argumentos, correctos y no correctos, para convencer al oyente de que los buenos eran los suyos.
Convencer sin demasiado esfuerzo, la verdad, porque esos oyentes seguramente son ciudadanos que piensan como ellos. Y yo, que sigo creyendo es la libertad de pensamiento, en el respeto a las opiniones diferentes, en la libertad de expresión (una vez más), pensé que para cuándo el derecho a la libertad de escuchar (o no).
Porque en realidad yo no quería oir esas cosas pero no podía decirle al taxista que apagara la radio sin arriesgarme a una bronca de esas de no te menees. Así que, en plan zen, intenté desconectar mi mente ya que desconectar la radio no era una opción viable.
Hoy leo que a un taxista de Cádiz su libertad de expresión le acaba de costar un mes de suspensión de sueldo. El hombre, ante la imposibilidad de usar el no existente derecho a la libertad de escuchar, utilizó su libertad de expresión para soltar un "Ya ha terminado la chirigota" al finalizar el acto con el que Mariano Rajoy abría la campaña en la ciudad.
Libertad de expresión es lo que argumenta Jiménez Losantos cuando se le acusa de difamación desde su puesto seguro detrás de un micrófono, aunque después rectifique añadiendo que sólo leía un artículo de El Mundo, pasando así la pelota de la difamación a la cancha de la prensa escrita que seguramente alegará también libertad de expresión.
El día posterior al último debate, y ante la huelga de autobuses en mi ciudad, tuve que recurrir a los taxis. Y ocurrió lo que me temía. En 3 de cuatro (que fueron los que tuve que coger) la emisora sintonizaba programas de apoyo claro al PP. Con intervenciones de oyentes que, de nuevo amparándose en la libertad de expresión, utilizaban argumentos, correctos y no correctos, para convencer al oyente de que los buenos eran los suyos.
Convencer sin demasiado esfuerzo, la verdad, porque esos oyentes seguramente son ciudadanos que piensan como ellos. Y yo, que sigo creyendo es la libertad de pensamiento, en el respeto a las opiniones diferentes, en la libertad de expresión (una vez más), pensé que para cuándo el derecho a la libertad de escuchar (o no).
Porque en realidad yo no quería oir esas cosas pero no podía decirle al taxista que apagara la radio sin arriesgarme a una bronca de esas de no te menees. Así que, en plan zen, intenté desconectar mi mente ya que desconectar la radio no era una opción viable.
Hoy leo que a un taxista de Cádiz su libertad de expresión le acaba de costar un mes de suspensión de sueldo. El hombre, ante la imposibilidad de usar el no existente derecho a la libertad de escuchar, utilizó su libertad de expresión para soltar un "Ya ha terminado la chirigota" al finalizar el acto con el que Mariano Rajoy abría la campaña en la ciudad.
La expresión, por la emisora de la compañía, no fue entendida pues como un derecho sino como una falta a la que había que sancionar. Según la Asociación Gaditana de radio-taxi la frase se cataloga dentro de sus apartados del reglamento interno que habla de palabras injuriosas, falta de corrección o educación y uso de vocabulario soez o malsonante.
Y yo que siempre había pensado que las chirigotas de Cádiz eran todo un arte. Pues no, parece ser que no. Sobre todo si se usan como adjetivo del presidenciable, en una ciudad en la que su partido es el que manda en el Ayuntamiento.
Porque ya se sabe, qué faena que venga de visita el “jefe” y los empleados se te desmadren. Está feo, la verdad.
Merx
5 comentarios:
Entonces, estarás de acuerdo en que la asignatura sobre ciudadanía sea opcional.
Iba a comentar el articulo, pero con este comentario tan anonimo y tan interesante..he de decir que visto como anda el patio no me parece mal una asignatura que enseñe a los mas jovenes a convivir.
De todas formas anonimo, que yo sepa, en mi ignorancia creo que no todo el mundo que ha estudiado el nazismo es nazi, o , si?
Te parece mejor que por no estar de acuerdo un juez no aplique la ley?
libertad de expresion para quien ??
Es lamentable que dependiendo de quien sea el jefe de la zona cambien las libertades.No creo que semejante comentario sea diferente de cualquiera de los que se oyen a traves de las ondas a diario. Hoy mismo he oído adjetivar despectivamente a Valle Inclán porque defendía la segunda república (que no sé yo que tendrá que ver con su capacidad para escribir ). No hay razón a no ser que todo vale para desprestigiar a los de una sector de la "historia", y con ello dirigir y enaltecer a los que se sitúan en el lado contrario.
Libertad, sí, pero con respeto, que nadie en mejor ni mas sabio por pensar diferente
Hola Merx, mira este post, no tiene pierde
http://www.ateneupopular.com/2008/03/06/vamos-a-contar-mentiras-tralara/
para que veas los trucos que tienen los políticos para espantar gente. Abrazos.
Anónimo, respeto tus opiniones pero si de mi articulo has entendido que estoy de acuerdo con que la asignatura sobre ciudadanía sea opcional quizás es que no me he explicado bien porque no es a esa libertad a la que yo me refiero.
Guste o no es una asignatura incluida en el plan de estudios de este país,e invitar a la gente a que objete y no acuda no es una muestra de libertad si no de oposición.
Escarlata, es alucinante el artículo del blog que me has recomendado. Una vez más el uso del engaño visual o del maquillaje de las estadísticas como propaganda política. Bueno.
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